Te están vigilando… ¡SIEMPRE!


John Tucker - CIT - UNLMichel Foucault, reconocido filósofo, historiador, psicólogo y sociólogo francés, es considerado uno de los pensadores más influyentes del siglo XX. A lo largo de su obra, cuestionó profundamente las instituciones sociales, pero hoy queremos detenernos en dos ideas clave: el “panóptico” (estructura arquitectónica donde los internos pueden ser observados en todo momento sin que puedan saber si son observados) y el vínculo entre “poder y vigilancia”.

Antes de profundizar en sus planteamientos, es importante recordar que, a mediados del siglo XX y antes de la publicación de “Vigilar y castigar” (1975), el escritor británico George Orwell ya advertía en su novela “1984” (1949) sobre la existencia de un poder omnipresente que todo lo observa: el temido “Gran Hermano”.

Hoy, más de medio siglo después, vivimos en una realidad donde esa vigilancia ya no parece ficción. Dependemos de dispositivos electrónicos conectados a Internet, teléfonos, relojes, televisores, asistentes virtuales, que nos acompañan en todo momento. Estos aparatos poseen capacidades de procesamiento tan poderosas que superan, por millones de veces, a las computadoras utilizadas durante la misión Apolo 11, según el estudio *A Brief Analysis of the Apollo Guidance Computer*. Mientras aquella nave fue controlada con una CPU de apenas 1 MHz, 4 KB de RAM y 72 KB de ROM, hoy nuestros smartphones manejan miles de millones de datos en segundos.

Y esto es solo el inicio. Estamos ingresando a la era del "Internet de Todo", un ecosistema donde objetos cotidianos —desde refrigeradores hasta cepillos de dientes— estarán conectados entre sí. Según estimaciones de empresas como Huawei, podríamos alcanzar los 100 mil millones de dispositivos conectados en pocos años.

Esta hiperconectividad plantea nuevos dilemas: la transición definitiva hacia el protocolo IPv6, las brechas de acceso digital, el consumo energético de estas infraestructuras, la sostenibilidad de los recursos tecnológicos y, por supuesto, LA PRIVACIDAD. Sí, porque detrás del confort de estar siempre conectados, se esconde una amenaza más sutil (casi aclamada por nosotros mismos) pero profunda: el control sobre nuestros datos personales.

Al aceptar términos y condiciones que rara vez leemos, otorgamos a compañías tecnológicas el permiso legal para rastrearnos, escucharnos y analizarnos 24 horas al día, los 365 días del año. Incluso mientras dormimos, nuestros dispositivos pueden seguir recolectando información sobre nuestros hábitos, calidad del sueño o estado de salud. Y lo más amenazador… ellos no duermen.

¿Con qué fin? En el mejor de los casos, para alimentar algoritmos publicitarios. Si alguna vez pensaste que tu teléfono te leía la mente, lo más probable es que hayas hablado o chateado sobre un producto... y en cuestión de segundos, tu perfil fue segmentado y convertido en blanco de campañas comerciales. La magia no es adivinación: es “vigilancia algorítmica”, que se traduce en: te conocen más, que tu mismo.

Pero el asunto va más allá del consumo. Diversos estudios han mostrado cómo estas tecnologías influyen en la “democracia”. A través del análisis masivo de datos y la segmentación ideológica, los usuarios son agrupados en “micro tribus digitales” y bombardeados con contenidos que refuerzan sus creencias. Esto puede afectar la toma de decisiones políticas a gran escala. En otras palabras, una sociedad entera podría ser manipulada sin saberlo, tal y como lo explica el pensador alemán de origen surcoreano, Byung-Chul Han.

Volviendo a Foucault, su concepto del “panóptico” (no como obra arquitectónica, sino como alusión figurativa) cobra más vigencia que nunca. Para él, la vigilancia no solo sirve para controlar, sino también para producir conocimiento, normalizar comportamientos y ejercer poder de forma sutil, sin necesidad de violencia ni coerción directa. La vigilancia se vuelve omnipresente, pero casi invisible. Orwell lo dijo con fuerza simbólica: “el Gran Hermano te observa”.

Hoy, no solo somos vistos y escuchados, sino que muchas veces nos conocen mejor que nosotros mismos. Enfermedades, emociones, comportamientos, preferencias… todo puede ser anticipado por los algoritmos.

Frente a esta realidad, la mejor defensa es LA CONCIENCIA CRÍTICA. Debemos informarnos sobre los permisos que otorgamos, las redes a las que nos conectamos, los contenidos que compartimos. No todo lo que es "gratis" lo es realmente. Nuestros datos tienen valor, y están siendo utilizados.

La vigilancia ya no es una amenaza futura. Está aquí. Y somos nosotros quienes, muchas veces sin saberlo, abrimos la puerta.